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Incertidumbre

Marcos se arrastraba caviloso por el hospital el día en que se cruzó consigo mismo por primera vez. Iba pensando que quizá ya estaría muerto si no hubiera empezado el tratamiento hace más de un año. Puede que lo haya estado desde el principio y que solo estuviera ganando algo de tiempo. Había momentos en los que Marcos no conseguía escapar de estas reflexiones y sentía que se ahogaba, como un náufrago en un océano infinito. El dolor era soportable, siempre lo es, pero ya no se sentía capaz de enfrentarse a él sin saber si superaría la enfermedad o si cualquier día encontrarían su cadáver en su cama, en el sofá o en mitad de la calle. Aunque quería seguir luchando, no podía seguir haciéndolo rodeado de incógnitas, en un laberinto de incertidumbre. Se vio a sí mismo desde lejos, a través de la gente que abarrotaba la sala de espera de la entrada del edificio. No sabía si creerse lo que veían sus ojos. Pensó que el cansancio le nublaba la mente o que quizá la quimioterapia incluyera

Burbujas

En la cocina se encontró las doce uvas de la noche anterior y una botella aún medio llena. Pese a que ya no tenía invitados se esforzaba por mantener las tradiciones de Navidad y había comprado champagne de todas formas. Su casa en Nochevieja siempre había sido como una pajarería durante la Ley Seca, pero ahora se sentía más solo que Al Capone en Alcatraz. Mientras se servía el desayuno en una copa de cristal alta y estrecha no podía dejar de preguntarse dónde se habían escondido las burbujas. #cuentosdeNavidad

Banquete entre sombras

Me desperté con el suave desasosiego que provocan las comidas familiares y las mañanas de resaca, sobre todo cuando se juntan ambas circunstancias. Con la edad estas ocasiones pierden importancia, pero ganan en gravedad. Conforme envejezco afronto lo extraorinario con más nerviosismo que ilusión, y mi comida de Navidad es verdaderamente extraordinaria. Quizás todas lo sean. Pese a que no teía ningún motivo para agobiarme -yo solo tenía que calentar la comida y quedaban varias horas hasta que mis familiares empezaran a aparecer-, me provocaba cierta inquietud estar con personas a las que apenas veo. A mi padre, por ejemplo, me lo encuentro más amenudo, pero siempre en los momentos más inoportunos: a veces voy corriendo por casa, llego tarde al trabajo o he quedado con Marcos, y aparece en el salón, silencioso, leyendo el periódico. Normalmente ni le saludo, pero sigue viniendo, a fin de cuentas es su casa, bueno, era su casa. El día anterior había cenado con Marcos precisamente, s